La relación de pareja es una carrera de fondo que no está hecha para sprinters. En ella hay momentos pletóricos de diferentes intensidades, desde la “arrancada inicial”, en la que empleas toda tu potencia, hasta los momentos en los que te falta el aire porque crees que no la vas a superar; pasando por aquellos en los que tienes que bajar el pistón para pasar las barreras de los 25, 30 y 40 km. A lo largo del camino, vas obteniendo retribuciones y, aunque a veces necesites algo de aliento externo,  si consigues llegar al final, obtienes la medalla. Además, es una carrera de dos que requiere compenetración, coordinación, entendimiento y muchos más ingredientes que, aunque la hacen más bonita, también la complican.  Y si vemos que este es el camino de una relación de pareja saludable en la que hay compenetración, amor y trato equitativo, nos podemos imaginar el tortuoso viaje al que se exponen las parejas que en su relación se hacen daño moral o emocional, vulnerando su libertad psicológica y/o física.

Está claro que no todo el mundo está preparado para apuntarse a esta carrera de fondo, y de hecho, podemos afirmar que hoy en día hay más disoluciones de pareja, que uniones formales registradas… Y paradójicamente hay parejas que siguen juntas manteniendo relaciones poco o nada saludables y que se sienten incapaces de dar un paso hacia una vida independiente que deje atrás el dolor, viéndose día a día sumidos en el sufrimiento y en el desgaste emocional. Y es en este tipo de parejas en las que quiero profundizar un poco más en este artículo.

El sufrimiento no siempre es experimentado por ambas partes. Puede ser, que una parte viva ajeno de manera consciente o inconsciente a la angustia y deterioro por el que está pasando su pareja. A veces, lo provoca una de las partes, mientras que la otra lo mantiene; porque no tomar ninguna decisión, también es tomarla haciendo que el problema se haga cada vez más complejo. No me creo con el derecho a juzgar por qué estas personas permanecen juntas haciéndose tanto daño, pero sí me pregunto desde el máximo respeto si en algún momento de su relación sintieron amor verdadero. Quizá sí, la pareja es un espacio íntimo del que es complicado y erróneo opinar, ya que es en el día a día de su intimidad, cuando se manifiesta en todo su esplendor.

Lo que sí es cierto, es que a veces las personas que se encuentran en estas situaciones, no son capaces de darse cuenta y entran, como solemos decir, en bucle, viviendo entre el sufrimiento y la esperanza o falsa ilusión de que algún día pudieran llegar a ser personas felices en esta convivencia. Sin embargo, y según mi experiencia profesional, las personas que viven presionadas por este sufrimiento repiten historias que desde aquí menciono, porque pueden servir para que otras en las misma circunstancias, identifiquen su situación y puedan sentirse más capaces de tomar decisiones beneficiosas:

  • Discusiones continuas. Al principio se habla de discusiones aleatorias y poco a poco van formando parte del día a día de la pareja.
  • Una de las partes se siente controlada por la otra, control casi siempre disfrazado de amor, que denota inseguridad por la parte controladora y por la otra, la paulatina falta de autonomía, cada vez más dependiente e insegura.
  • El poder del autoengaño para una o las dos partes de la pareja, porque suelen vivir con la ilusión de que “las cosas” se van a arreglar, aunque nadie trabaje para que este cambio se produzca.
  • Faltas de respeto continuas o intermitentes. El respeto, solemos decir, en cualquier aspecto de la vida, tiene que ir en tres direcciones: hacia la otra persona, hacia mi mismo y hacia la situación, es decir, yo, mi pareja y la relación. Si esto no se produce, tengo claro que la pareja no vive una relación sana.
  • De repente te das cuenta de que te da cierta vergüenza contar a tu mejor confidente, lo que te está pasando. Sabes que algo muy importante está pasando por encima de tu moral y de tu dignidad, sientes que te has perdido el respeto de tal manera, que no eres capaz de verbalizar lo que está pasando ni en tu casa ni en tu vida.
  • Empiezas a separarte de tus círculos sociales, si los tienes. Es cierto que se repite en muchas ocasiones, que para cuando llegan a consulta, ya no tienen una red social de apoyo, y solo cuentan con la pareja y con los hijos/as. Se suele relatar, que a lo largo de su vida en pareja, han ido dejando por el camino el resto de las relaciones, que en pasado formaron parte de sus vidas.
  • El sentir que tu autoestima está por debajo de lo que tú consideras que debería estar, es un factor común en la mayoría de las personas que están viviendo este tipo de relaciones de pareja. No es raro escuchar que piden perdón por descubrir infidelidades, porque quizá lo hayan hecho de una manera poco ortodoxa, como por ejemplo mirando un teléfono; y a la hora de pedir perdón, no distinguen qué es por lo que no deberían disculparse.
  • Tristeza durante la mayor parte del tiempo, acompañada muchas veces de episodios de ansiedad y crisis de angustia
  • Falta de concentración para realizar actividades de cualquier tipo. Cada vez cuesta más poder ser eficaz y fluido en lo que haces porque las preocupaciones y el malestar van tomado la delantera y ocupando los primeros puestos para enturbiar cualquier cosa que se pretenda hacer.
  • Estas personas se van sintiendo prisioneras de la relación en la que cada vez se perciben menos como seres amados, y saben que es así, pero también saben que no van a ser capaces de dar pasos en la dirección adecuada.

… y a pesar de todo, ahí siguen, corriendo la carrera de fondo más dura del mundo, la que no tiene tregua, la que no tiene retribuciones ni buenos momentos, sino lucha, sufrimiento e indefensión. Y la pregunta es: ¿Podemos ayudarles? Desde luego, tengo claro que sí; aunque bien es cierto, que el primer paso para poder solicitar ayuda lo deben dar las personas afectadas. Como hemos dicho más arriba, en ocasiones, es difícil que se “dejen ver” por su entorno y por eso, son ellas las que tienen que darse cuenta de que necesitan ayuda.

En el proceso de cambio, trabajamos mucho la autoestima, que aparece muy “desgastada”, no solo durante la relación sino, muchas veces, ya antes de iniciarla. Trabajamos además, sobre cómo imaginan una vida, con y sin pareja, sin sufrimiento, sobre qué harían diferente, cómo sería su día a día, qué otras cosas podrían hacer, de qué se sentirían capaces, quién se daría cuenta de que su vida empieza a parecerse a una vida tranquila, sobre cómo se van a dar cuenta estas mismas personas de que las cosas empiezan a cambiar, y qué va a pasar cuando no haya discusiones, abuso o maltrato, sobre cómo sería un día desde la mañana hasta la noche y cuáles serían los primeros mínimos pasos para empezar. Preguntas que al afrontarlas revelan el gran espacio entre la situación actual y el futuro deseado. Trabajamos también sobre cómo hacerte visible ante al otra parte y ante el resto de tu entorno, sobre qué y cómo comunicar haciendo un recorrido de aprendizajes que alientan a las personas a tomar decisiones para poder cambiar su vida y dejar atrás el sufrimiento del día a día.