Acude a consulta un matrimonio divorciado hace cinco meses, preocupado por el cambio de comportamiento en el aula de su hijo de 12 años.

Hasta este momento no había habido nunca quejas y su rendimiento académico había sido bueno. Desde el comienzo de este curso han recibido ya varias llamadas del centro para comunicarles que el chico está manteniendo conductas de llamadas de atención, por ejemplo dejar ejercicios sin hacer, hacer mala presentación en los trabajos, jugar agresivo y pelear con algunos compañeros, alguna respuesta fuera de tono a un profesor…

En este caso, no hace falta más que una sesión para ver que los desacuerdos que tienen los padres son muy evidentes para el niño. Porque ahora, más que nunca, presencia las descalificaciones y desacuerdos que hay entre ellos. Si antes lo vivía cuando estaban juntos en casa, ahora que vive en dos casas y todo su mundo «se ha desmontado» de repente, su seguridad se tambalea y se hace evidente en el aula.

Este en uno de los casos donde en pocas sesiones con los padres (algunas de ellas con ambos, ya que a ellos les pareció buena idea) se resuelve el problema de cómo y de qué manera hacer con su hijo. Así el chico comienza poco a poco a estabilizar su comportamiento. Muy interesante que el chico no tuvo ni que venir él a consulta.

Virginia Rodrigo del Solar