Padre y madre con chico adolescente de 15 años.

El joven Aitor presentaba  mal comportamiento en casa: no respetaba las normas que le ponían los padres como horarios, orden y estudios, les contestaba y mantenía una conducta agresiva con ellos. En la calle últimamente también había tenido algún altercado.

Terapia:

A pesar de que Aitor no quería asistir a terapia, los padres (no sabemos muy bien cómo) le trajeron a primera sesión y entraron los tres a la sala. Al principio A. no colaboraba y contestaba  con monosílabos, y con  «no sé» intentando evitar el contacto visual. El nivel de tensión era muy elevado entre padres e hijo y al cabo de unos minutos, nos pareció adecuado separarles durante un rato y hablar independientemente con la pareja y con el joven.

Nos quedamos con A. y, como muchas veces ocurre, al verse sin sus padres, habló, contó, y hasta lloró, lo que nos hizo ver la vulnerabilidad y tristeza latente en él. Los padres también tuvieron su oportunidad y sencillamente intentaron desahogarse diciendo todo lo que hacía mal su hijo. Sin embargo, queríamos saber también lo que hacía bien, qué veían de bueno en él, cuáles eran sus fortalezas y aspectos que ellos consideranban positivos. Los desacuerdos entre los padres (tanto para decir lo que les gustaba de su hijo como para decir lo que no les gustaba) eran grandes y se manifiestaron desde la primera sesión, lo que nos hizo plantearnos trabajar con ellos paralelamente.

Por un lado vimos que Aitor  necesitaba ayuda porque, como él mismo manifiestaba «estoy perdido» y reconocïa «voy a peor». Pero después de la primera sesión nos dijo, que le gustaría volver otra vez siempre que fuera sin sus padres, que creía que le podíamos ayudar. Por supuesto respetamos esta opción porque él quería colaborar y, lo que es más importante, cambiar. Hicimos una sesión semanal durante un mes, es decir cuatro, y luego empezamos a hacer una sesión cada dos semanas durante dos meses. Y en la última parte del tratamiento le vimos una vez al mes durante tres meses y medio. En la terapia se trabajaba con los objetivos que acordamos con él : mejorar su tolerancia a la frustración y respeto hacia las normas y hacia sus padres y disminuir su impulsividad y. Los objetivos nos parecían de gran embergadura, pero él desde el inicio colaboró muy activamente porque eran temas que él eligió cambiar.

A los padres les vimos en consulta cuatro sesiones. Para nosotros fue una sorpresa necesitar tan pocas sesiones con los padres, pero como Aitor mantuvo sus ganas, estuvo muy interesado y hacía las tareas que se le mandaban (llamamos tareas a cualquier cosa que pedimos que practiquen nuestros pacientes de una sesión a otra, en casa, el trabajo…) para los padres fue mucho más fácil y no tuvieron que trabajar tanto para ponerse de acuerdo porque había muchos menos problemas.

Comentarios de la terapia:
Lo más interesante en este caso fue el cambio de interés en el chico. Algo se despertó en él en la primera sesión, que decidió no sólo participar en la terapia, sino ser el protagonista y gracias a su alto grado de colaboración, sus padres tuvieron que trabajar mucho menos en la terapia. Al principio creíamos que serían los padres los que tendrían que empezar a ponerse de acuerdo en su forma de ver, educar y mandar a Aitor, pero siendo el chico tan comprometido, empezó a hacer cambios importantes y muy visibles, lo que de alguna manera hizo que los padres cambiaran los suficiente como para encontrar el equilibrio entre ambos.

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– Problemas de comportamiento