El aumento del consumo de alcohol entre los adolescentes, es un hecho que preocupa a todas las familias con hijos e hijas en esas edades. Y es que los datos de las últimas encuestas indican que: en España, la edad para comenzar a beber alcohol son los 13 años y que el 76% los menores de entre 14 y 17 años han probado alguna vez, siendo el 31,7% aquellos que han hecho un consumo de alcohol más elevado. Aunque estos datos han ido descendiendo desde el 2012, parece que el alcohol forma parte del ocio de los más jóvenes.

El consumo de bebidas alcohólicas puede interferir en el desarrollo del cerebro de los más jóvenes, pues todavía está en desarrollo. Se ha visto, que puede tener efectos sobre todo en la zona del hipocampo (encargada de la memoria y el aprendizaje) y las áreas prefrontales, cuyas afectaciones podrían causar cambios en la personalidad y en el comportamiento.

Frente a todo esto, en muchas casas surgen cuestiones sobre cómo gestionar este tipo de situaciones  y aquí os dejamos algunos consejos que pueden ser de gran utilidad:

  1. Aceptar la realidad

En muchas ocasiones padres y madres debido al miedo que les genera que los adolescentes consuman alcohol, suelen preferir aislarles, no dejarles salir o augurarles un futuro desastroso si lo consumen. Es importante aceptar que el consulto de bebidas alcohólicas está en la calle y no hay nada que podamos hacer para que la gente de su alrededor deje de consumirlo. Una vez aceptado esto, es importante saber que si nuestros hijos e hijas lo quieren probar lo harán, aunque sí se puede prepararles para que sea de la manera más adecuada posible.

  1. Ofrecerles información

Muchos de los adolescentes no saben nada sobre su cerebro, ni sobre su desarrollo y sobre cómo el consumo puede afectarles. Ofrecerles información con artículos recientes puede ayudarles a ser más conscientes de la situación. Es importante que para ellos no sea un sermón continuo porque entonces no escucharán, buscar los momentos para la comunicación es crucial para que se muestren receptivos.

  1. Comprender la situación

Aunque nos quede lejos, todos los adultos hemos pasado por ser adolescentes y es un buen ejercicio recordar cómo éramos para poder entenderles mejor y que ellos sientan esa cercanía. La adolescencia, es un momento en el que los amigos son centrales y es difícil ser “la que no bebe” o “el que nunca ha probado”. Muchas veces para ellos el encajar en su grupo de iguales pasa por hacer lo que hace la mayoría o su persona de referencia. Si hacemos memoria seguramente habremos vivido experiencias parecidas.

  1. Evitar la crítica o el castigo

En muchas ocasiones, el castigo suele estar a la orden del día en este tipo de problemas. Los adultos creen que si se les deja sin salir y se les castiga sin móvil por ejemplo, los chicos y chicas recapacitaran y corregirán su conducta. Pero nada más lejos de la realidad, el castigo genera venganza, resentimiento y retraimiento.  Por tanto, aunque en ocasiones puede ser un esfuerzo, centrarse en soluciones es bastante más eficaz. Llegar a acuerdos puede ser una forma de atajar el problema mediante la escucha y el respeto.

  1. Consecuencias naturales

No castigar no significa que estemos validando la situación, sino que pondremos límites con respeto. Una forma de poner límites sin intervenir, son las consecuencias naturales, por ejemplo: el adolescente llega a casa tarde y está durmiendo, pero la familia suele hacer las tareas de la casa tales como pasar la aspiradora, pronto por la mañana. Estas rutinas no deben cambiar. Otro ejemplo de esto, puede ser que se hubiese programado una comida familiar a la que la adolescente se había comprometido en ir. En este caso, tendrá que afrontar las consecuencias naturales de estar cansada y de resaca.

  1. Observar

Cuando un joven llega casi todos los fines de semana afectado por el alcohol, puede que esté bebiendo por alguna razón. Es importante observar en el día a día, si hay alguna razón por la que esté bebiendo tanto. En muchas ocasiones los adolescentes beben para divertirse, pero en otras muchas pueden enmascarar otros problemas como falta de autoestima, dificultad en las relaciones sociales, falta de asertividad… Si se da el caso, mostrar nuestra preocupación y dialogar con ellos puede ser de utilidad.

  1. Somos ejemplo

Por último, no podemos obviar la idea de que el alcohol forma parte del ocio de la mayoría de los adultos, vivimos en una sociedad en la que el alcohol y estar un poco afectado por él, está muy aceptado. Por tanto, si en la casa hay adolescentes, no se trata de no beber nunca, si no de que vean que como adultos tenemos otras alternativas de ocio diferentes al consumo de alcohol.