Tu hijo no para quieto, ves que le cuesta mucho ponerse a hacer deberes. Hace las cosas sin pensar y se mueve en exceso, no para quieto. Le observas en el parque y es igual, la impulsividad le dificulta a la hora de relacionarse con normalidad. Hasta ahora, has pensado que solo es un niño movido y un poco acelerado, pero el otro día te hablaron del Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) y ya no escuchas otra cosa en tu cabeza.

Tranquilidad, puede que tu hijo o hija tenga TDAH, pero puede que esté inquieto, poco motivado o tenga alguna dificultad de otro tipo. EL TDAH es un diagnóstico muy conocido hoy en día, y muchos padres y madres recurren a consulta con la preocupación de que su hijo o hija pueda sufrirlo.

Se ha usado mucho el diagnostico de TDAH para definir a los niños o niñas excesivamente movidos, que son ligeramente impulsivos y que muestran un comportamiento disruptivo. Cuando empezamos a hablar de este trastorno, de lo primero que hablamos es de una buena evaluación, que explore las diferentes áreas de la vida del niño o niña.

Lo primero de todo es comprender qué es el Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH).

Es importante destacar que, el TDAH no es solo no poder estar atento y moverse mucho, si no que es un trastorno neurobiológico que afecta a todas las áreas de la vida de un niño o niña.

El requisito indispensable para un diagnóstico es que debe existir inatención y que ésta se refleje en diferentes áreas, no solo la académica. Síntomas como: no escuchar cuando se le habla directamente, dificultades para seguir las instrucciones y en organizar tareas, aversión a las tareas que requieren mucha atención… son signos de que puede existir alguna dificultad atencional. Además, a esta dificultad se le puede añadir, o no, la hiperactividad. Cuando estos niños/as presentan signos de hiperactividad e impulsividad, hablamos de un Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad. Los signos suelen ser: movimientos constantes, dificultad para mantenerse sentado/a, dificultad para jugar a juegos tranquilos, hablar excesivamente, responder inesperadamente…

Todos estos síntomas deben presentarse antes de los 12 años y darse en dos o más contextos, además de afectar al funcionamiento social, académico, familiar y/ó personal del niño o niña.

Es importante si queremos quitarnos las dudas sobre qué le puede pasar a nuestro hijo/a, contar con una buena evaluación.

En muchas ocasiones el TDAH se evalúa con unos sencillos cuestionarios para los adultos que conviven con el niño/a. Estos son necesarios pero nunca suficientes. Para que una evaluación sea completa, debe contar con pruebas específicas de atención, funciones ejecutivas, capacidad intelectual, comprensión lectora (si está en la edad) y pruebas que valoren a la persona a nivel emocional. Solo así podremos evaluar TDAH y descartar otras dificultades.

Una vez que se ha realizado el diagnóstico es hora de comenzar con el tratamiento. Cuando hablamos de tratamiento psicopedagógico, es necesario que sea un tratamiento íntegro, que abarque todas las áreas afectadas.

Por un lado, debe centrarse en el entrenamiento de la atención focalizada y sostenida, de funciones ejecutivas tales como: planificar y organizar tareas, recordar detalles, gestionar el tiempo, controlar la impulsividad, ordenar ideas… Por otro lado, no se puede olvidar la parte más emocional y de habilidades sociales, ya que muchos niños/as con este diagnóstico tienen dificultades para entablar relaciones y manejarse a nivel emocional.

¿Qué puedes hacer si a tu hijo/a le han evaluado pero no presenta síntomas suficientes para ser diagnosticado/a de TDAH? A muchos padres y madres les surge esta duda cuando se les informa de esto en una evaluación. No pasa nada, una vez descartadas otros posibles diagnósticos, se pueden trabajar igualmente las áreas en dificultad.

Por tanto, cuando hablamos de TDAH, no solo hablamos de niños y niñas movidos y dispersos, hablamos de un trastorno de base neurobiológica, que debe ser minuciosamente evaluado para poder realizar un tratamiento a medida de las dificultades.