Acude a consulta un hombre con un objetivo referente a una relación que mantiene desde hace años. Está muy enamorado de una mujer más joven que él, casada y con dos hijos, con la que suele verse desde hace ya varios años.

La relación empieza a deteriorarse en el momento en el que nace el segundo hijo de la mujer con su actual marido. Todo lo idílico de antes, se ha perdido y le parece irrecuperable. Ella sólo le llama de vez en cuando y él acude corriendo, pero su vida es un martirio pensando en que no la quiere perder. No se centra en nada y empieza a fracasar también a nivel laboral. Evita salir con los amigos y minimiza el contacto con su familia, porque no disfruta de su compañía; sólo tiene una obsesión: la relación que puede perder.

Con 10 sesiones de coaching, la forma de mirar su vida cambió radicalmente. Decidió que lo que tenía era un miedo atroz a verse sólo, a romper con una relación que, aunque no le daba seguridad alguna, le “garantizaba” falsamente que tenía a alguien. Empezó a darse cuenta de que se estaba abandonando y no estaba valorándose, que tenía un problema de autoestima que quería trabajar… Y así se hizo durante este tiempo. También vio la posibilidad de cambiar el discurso con esta mujer, hablando de otra forma, preguntando de otra manera, respetando las prioridades de ella, pero sin olvidarse de las suyas propias. Así, comenzó un camino hacia el cambio, un interesante proceso de ver otras opciones positivas, fuera de lo que la estancada relación le aportaba.

Actualmente, en el seguimiento del caso, sabemos que está contento, ha recuperado las ganas de trabajar, relacionarse y vivir. Nos comenta que está conociendo gente, y nos trasmite en sus propias palabras: “ahora estoy preparado para conocer a otra persona, si surge el momento”

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