Este artículo ha sido escrito por Lucía Romero Twardzik.

La semana pasada hablábamos de la incomodidad en este artículo, y hoy vamos a compartir dos ejercicios que te pueden ayudar a fortalecerla y que podrás poner en práctica en tu día a día, allá donde estés.

Con el primero aprenderás a convertir una situación estresante del día a día en una oportunidad para aprender a quedarte en la incomodidad, bajar a tu cuerpo y calmarte a ti misma.

En el segundo vas a ayudarte de tu propio maestro cotidiano para aprender a tolerar la incomodidad.

Ejercicio 1: Mindfulness en la fila del supermercado

Cuando sientas incomodidad describe lo que estás experimentando en el cuerpo y simplemente respira. No hay nada especial que hacer, no hay ningún lugar a donde ir, simplemente describe mentalmente qué ocurre en el cuerpo y respira. Es falsa la creencia de que hay que salir corriendo cuando nos sentimos incómodos o que hay hacer algo inmediatamente para quitarnos la incomodidad. ¿Sueles actuar de esta manera?

La conducta evitativa o de huida de la incomodidad es justamente lo que dificulta que podamos quedarnos en ella y que atravesemos ese estado de incomodidad y podamos pasar al siguiente estado. Entonces no hay nada más que hacer que respirar y sentir lo que sea que sintamos en nuestro cuerpo. Por ejemplo, estamos en la fila del súper y se atasca. Empiezas a sentir incomodidad. En ese momento simplemente respira y comienza a nombrar mentalmente cuáles son las sensaciones físicas en tu cuerpo. Por ejemplo: “siento tensión en la mandíbula, siento los puños cerrados, siento mi pie moverse intensamente, siento ganas de empujar el carrito, etc.” Describir las sensaciones corporales te ayudará a darte cuenta de lo que realmente estás sintiendo y va a llevar también tu atención de los pensamientos a tu cuerpo y eso nos lleva a vivir el presente. Cuando nos centramos en nuestros pensamientos y los pensamientos empiezan a decir cosas como: “no me lo puedo creer”,  “voy tarde”, “es que no van a traer cambio”, esto nos lleva a aumentar la incomodidad. Si por el contrario yo le doy a mi mente algo a lo que atender, mi mente entonces no va a poner atención a mis pensamientos, sino que va a poner atención a lo que está ocurriendo aquí y ahora en mi cuerpo y entonces eso va a bajar la sensación de “necesito huir”. Vamos a hacer justo lo contrario a lo que estamos acostumbradas, nos vamos a quedar presentes con las sensaciones y la respiración y esto nos va a ayudar a relajarnos.

Además, podemos dar un siguiente paso: transformar los pensamientos que nos vienen espontáneamente a la cabeza. La incomodidad es parte de la vida pero el sufrimiento lo cultivamos con nuestros pensamientos porque a nadie nos gusta hacer una larga fila en ningún lugar pero no es esa larga fila la que realmente nos está generando rabia y desesperación, es que mientras yo hago fila estoy teniendo pensamientos del tipo: “esto es intolerable”, “por qué siempre me toca la cajera más lenta”, “me duele la espada”, “esto no tiene sentido”, “qué aburrimiento”, “ya no aguanto más”, etc. Los pensamientos son los que hacen la experiencia más y más incomoda.

Por todo ello, cuando empecemos a sentir incomodidad nos podemos preguntar cómo son nuestros pensamientos. Podemos observar los pensamientos y elegir pensamientos más funcionales. Podemos decidir qué pensar para que eso nos ayude a estar con más tranquilidad mientras pasa esta situación incómoda. Algunos pensamientos más funcionales pueden ser: “esta sensación es pasajera”, “con cada respiración disminuye la incomodidad”, “yo puedo tolerar esta situación, esto va a pasar”.

Empezar a cultivar estos pensamientos nos ayuda a relajarnos y a quedarnos en la situación y ver que esto no es tan terrible. No invitan a huir, sino que invitan a quedarnos en paz con la apertura y aceptación de lo que sea que estamos sintiendo.

Ejercicio 2. El maestro cotidiano

Tolerar la incomodidad es una habilidad que nos traerá grandes beneficios si la desarrollamos y este ejercicio te ayudará a practicarla exponiéndote a pequeñas fuentes de incomodidad.

Te propongo que elijas un “maestro cotidiano” de la tolerancia para practicarla diariamente. Por ejemplo, el tráfico es un maestro con el que solemos lidiar en nuestro día a día. Nos proporciona una oportunidad para practicar el describir cómo se siente el cuerpo ante la incomodidad, el respirar, el repetirse frases más funcionales para mover la atención a otras cosas en vez de fijarnos en eso que nos incomoda. Piensa en algo que cotidianamente ya haces y te genera una ligera incomodidad y tómalo como un maestro. Ahora empieza a poner en práctica el estar simplemente ahí observando qué es lo que sucede, observar lo que pasa en el cuerpo y que estando ahí la incomodidad simplemente pasa.

Empieza con algo pequeño y poco a poco elige exponerte a situaciones que generan mayor incomodidad.

Algo importante es que cuando sientas que algo te perturba al grado de abrumarte o asustarte, o cuando te genera altos niveles de ansiedad, muy probablemente es porque tiene como raíz alguna experiencia traumática y alguna desregulación del sistema nervioso. En ese caso es muy importante acudir a consulta psicológica para que se trate con acompañamiento.