¿Qué tal ha ido hoy el cole?
¿Te lo pasas bien?
¿Con quién juegas?
¿Qué has comido?
¿Tienes deberes?

Y solo falta un foco con luz potente alumbrando a la cara del niño de 4 años para que sea un interrogatorio oficial…

Pues bien, este es el pan nuestro de cada día de muchas familias cuando recogemos a nuestros peques en el cole. La situación empeora cuando, al día siguiente, observas atónita cómo muchos niños y niñas han llevado sus manualidades y el tuyo ¡no te ha dicho ni “mu”!

Entonces ves el futuro pasar.

Y en ese futuro aparecen las palabras “fracaso escolar”, “problemas de comunicación” y la que más miedos e incertidumbre te genera: “ADOLESCENCIA”.

¿Por qué mi hijo no me cuenta nada del cole? ¿Acaso no se entera?

Es cierto que cuando los peques están en la etapa de infantil adquieren las bases de muchas habilidades que necesitarán más mayores, como la asunción paulatina de responsabilidades, la autonomía, la comunicación, etc. Sin embargo, estos aprendizajes se van dando a lo largo de los años a través de un proceso gradual. De este modo, si no cuenta nada de clase respira profundamente y hazte estas dos preguntas:

1. ¿Qué le cuento yo?

Empieza compartiendo cómo te ha ido a ti el día, qué has comido o qué ha sido lo mejor que te ha pasado. También puedes contarle anécdotas simpáticas de cuando ibas a la escuela. En este sentido, no esperes resultados inmediatos, pero confía en que estás preparando el terreno para la comunicación y ese es el objetivo.

2. ¿Cómo escucho yo?

A veces los niños y niñas pequeñas tienen conversaciones mono-temáticas y cíclicas. Se hacen súper expertos en sus temas de interés (dinosaurios, peonzas, …), y lo viven con tanta pasión que constantemente quieren compartir sus inquietudes. Cuando eso pasa, observa: ¿cómo escuchas? ¿Continúas la conversación o desconectas un rato? ¿Miras el móvil o haces otras tareas de mientras?

Escuchar con todos los sentidos es un paso fundamental para que empiecen a contar también sobre aquellos temas que nos interesan más a las personas adultas.

Evidentemente, que tu hijo o hija no cuente nada de clase no es algo que únicamente dependa de ti. Sin embargo, cómo escuches y cómo hables puede fomentar la comunicación o, por el contrario, limitarla.

Así mismo, ¿te has fijado en cuándo es el momento del día en el que tu peque cuenta más cosas?

Es muy frecuente que sea por la noche, en ese ratito en el que le lees el cuento, o también mientras hacéis conjuntamente una actividad (pintar, jugar con la plastilina, etc.). Hay muchas conversaciones que no es necesario “forzar” en la salida de la escuela y que se pueden dejar fluir en ambientes más relajados.

¿Y qué hacemos cuando no cuentan las tareas que les mandan?

Esto dependerá mucho de la edad, ya que no es lo mismo en infantil que en primaria, momento en el que se supone comienzan a utilizar la agenda escolar. En términos generales y teniendo en cuenta que habría que analizar cada situación, podemos:

1. Permitir las consecuencias naturales.

Es decir, el niño o niña puede sentir malestar si no lo hace y ve que otros compañeros sí lo han hecho. En muchas ocasiones ese sentimiento es suficiente para evitar que vuelva a pasar.

2. Enseñar habilidades y entrenarlas diariamente.

Por ejemplo, aprender a hacer la propia mochila o a poner la mesa. En este sentido, cuando un niño realiza tareas de casa con autonomía, también está entrenando el pensamiento: qué tengo que poner, qué falta, etc. Esas estrategias mentales son las mismas que se utilizan en el ámbito escolar para organizar las tareas o acordarse de ellas.

3. Indagar sobre posibles dificultades.

Si creemos que nuestro hijo o hija se olvida de las tareas de manera intencional o constante, sería conveniente preguntarse si puede tener alguna dificultad de aprendizaje. Aunque existen dificultades tempranas que se observan en infantil, muchas de ellas se detectan con más frecuencia en primaria (como por ejemplo el Déficit de Atención con o sin Hiperactividad o las dificultades relacionadas con la lectoescritura). Algunos peques no apuntan en sus agendas porque se despistan o porque evitan tener que hacer en casa aquellas tareas en las que encuentran dificultad. Si la situación empieza a ser un problema, sería necesario hablar con el tutor o tutora y plantearse realizar una evaluación pedagógica.