Aviso: este artículo contiene spoilers

En muchas películas o series, los personajes con algún tipo de trastorno psicológico aparecen retratados como héroes o como villanos. No hay medias tintas. En este aspecto, la serie Crazy Ex-girlfriend nos muestra una imagen bastante más realista sobre las personas con problemas de personalidad. A pesar de tratarse de una serie en tono de comedia, a medida que avanza va adquiriendo una mayor seriedad, en consonancia con los temas que trata.

La protagonista, Rebecca Bunch (Rachel Bloom), es una chica normal, con un carácter complejo. Se nos presenta como una joven muy inteligente, que ha logrado una carrera de éxito, pero que a pesar de todo lo que ha conseguido en el ámbito profesional continua obsesionada con su amor de la adolescencia hasta el punto de dejar todo lo que ha conseguido para mudarse al pueblo donde él vive y “hacerse la encontradiza”, con la esperanza de retomar la relación donde se había dejado.

Se trata de una persona que, excepto por su manera de llevar las relaciones de pareja es alguien perfectamente funcional (incluso por encima de la media); no como muchas veces se nos muestra en pantalla. Conseguimos simpatizar con ella. A lo largo de la serie vamos descubriendo diferentes síntomas de lo que le ocurre: vemos cómo salta de una relación a otra, vemos dependencia emocional con respecto de otras personas; comprobamos cómo se centra en sí misma, e incluso presenciamos algunas de las sesiones de terapia a las que asiste (en un principio sin comprometerse y viéndolo como algo que no necesita).

Esto último es algo solemos ver en consulta: personas que acuden a terapia –a menudo por insistencia de terceras personas- y que, al no ser conscientes del problema, piensan que no deberían estar allí. Muchos pacientes prefieren no enfrentarse a sus problemas ni “indagar” en lo que les ocurre, algo que normalmente resulta doloroso y que siempre incomoda.

Más adelante vemos a Rebecca tocar fondo y buscar ayuda ella misma. Es entonces cuando se le diagnostica un trastorno bipolar de la personalidad, pero, tal como ocurre en la vida real, tener un diagnóstico no implica el fin de los problemas. Al contrario, ahora comienza para ella la fase de trabajo duro a nivel emocional: empieza a entender por qué se ha comportado como lo ha hecho hasta ahora, a aceptar las consecuencias y la responsabilidad de sus actos y a reparar daños. Se trata de un aspecto positivo que la serie recalca: la importancia de pedir ayuda cuando se está realmente mal; animando a los espectadores que viven una situación similar a hacer lo mismo.

La serie nos ofrece un retrato bastante acertado de las persona con un trastorno de este tipo. Por supuesto, el elenco no se queda atrás, y cada personaje que acompaña a Rebecca debe afrontar sus propios problemas y evolucionar. Crisis de identidad, problemas familiares, decidir qué hacer con la propia vida, atreverse a hacer frente a los miedos, son algunos de los temas recurrentes que se nos presentan a lo largo de los capítulos, con los que muchos de nosotros podemos sentirnos fácilmente identificados. “Todo el mundo pasa por crisis cada día, aunque no sean necesariamente tan serias como a las que se enfrenta Rebecca” –parece querer transmitirnos la serie.- “Todos experimentamos tarde o temprano algo que nos afecta psicológicamente, en mayor o menor medida.”