“Cuando se pelean intervengo, porque si no el pequeño se sale siempre con la suya”, decía un padre el otro día en consulta.

Cuando se pelean los hermanos y hermanas, es habitual no saber muy bien cómo y cuándo intervenir. Nos gustaría actuar de manera justa y no posicionarnos, aunque en ocasiones creemos ver con bastante claridad quién es “culpable” y quién “inocente”.

¿Cómo podemos realmente actuar con justicia? Según la RAE, el término justicia significa “principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada persona lo que le corresponde”. Sin embargo, en los conflictos entre hermanos/as es complicado contar con TODA la verdad. Lo más habitual es que nos encontremos con información sesgada. A esto se añade la tendencia que tenemos a veces de “etiquetar” a los niños y niñas, de forma que si creemos que una tiene tendencia a ser más inquieta mientras que vemos a la otra más tranquila, podemos cometer el error de prejuzgar en base a nuestra expectativa de cómo se suele comportar cada una.

Por todo ello, algunas orientaciones a tener en cuenta para intervenir de forma más equitativa son:

  1. Normaliza los conflictos.

El punto de partida es entender que por muy bien que lo hagamos, los hermanos y hermanas discuten, pelean y tienen conflictos. El objetivo no es evitar que haya discusiones, sino que poco a poco puedan aprender a resolverlo con autonomía y sin utilizar la violencia.

  1. Amplía la mirada.

Cuando presenciamos una pelea o vemos una escena concreta, es probable que tengamos una idea previa de quién tiene razón, quién ha empezado, etc. Sin embargo, podría ser que no hayamos visto todo, o que nos falte información de algún conflicto previo. Por ello, por mucha información que tengamos nunca podemos afirmar disponer de TODA la información. Quizá ayer la hermana mayor le dijo a la menor algo que le molestó y hoy la menor se lo hace pagar de alguna manera… Por este motivo, es fundamental no partir de una idea clara acerca de quién tiene la razón. Ampliar la mirada consiste en entender que puede que los conflictos trasciendan el momento en el que los observamos, y por tanto intervenir teniendo en cuenta únicamente la información de un momento puntual es injusto.

  1. Habla de manera imparcial.

Hablar de manera imparcial consiste en utilizar el plural cuando queremos corregir comportamientos o formas de afrontar los conflictos. Un ejemplo sería decir: “Chicas, en casa nos tratamos bien” en lugar de “María no pegues a tu hermana”.

  1. Describe lo que ves.

Describir lo que vemos nos permite no juzgar y enfocarnos de manera más sencilla en soluciones. Por ejemplo, en lugar de decir: “Juan, ahora le toca jugar a tu hermana”, podríamos decir “Veo dos niños y un solo juguete, ¿cómo podéis solucionarlo?”. Esta forma de intervenir permite que ambas partes se sientan en igualdad, en lugar de que haya vencedores/as y vencidos/as.

  1. Los conflictos son suyos, no tuyos.

Cuando nuestros hijos e hijas nos hacen partícipes de sus conflictos, es probable que tendamos a asumir el rol de “solucionadores”. Es decir, de alguna manera concluimos que tenemos que solucionar nosotras/os ese problema. Sin embargo, en realidad el conflicto es suyo y es importante aprovechar las situaciones en las que se da para enseñarles a gestionarlo sin asumir la responsabilidad de resolverlo.

Finalmente, en cuanto a cómo actuar de manera justa, se trata de dar a cada niño y niña lo que necesita, y no tanto a ambos/as por igual. Sabemos que en muchas ocasiones se hace cuesta arriba manejar este tipo de conflictos, y confiamos en que a largo plazo los niños y niñas aprenderán muchas habilidades útiles para la vida gracias a ellos.