La familia es mucho más que una estructura formada por personas que conviven y tienen una relación de parentesco legal o de sangre. Dejo para las personas adultas la definición más teórica de familia, porque creo que se trata de un concepto antropológico y flexible, que en los días de hoy es muy subjetivo y cuenta con múltiples definiciones válidas. Eso sí, desde lo que yo quiero incidir, diré que tiene que ser al menos un entorno seguro en el que se generen relaciones a diferentes niveles, fuerte sentimiento de pertenencia, interacciones, y compromisos.  En la familia es en donde somos como somos, sin apariencias ni engaños, donde decimos lo que pensamos, y donde se establecen los primeros vínculos afectivos, tan importantes para el posterior desarrollo de las habilidades comunicativas. En y con la familia nos permitimos TODO, aunque luego no permitamos que ni una pequeña parte de ese todo, traspase las fronteras a otras estructuras sociales: los secretos de la familia, se quedan en la familia.

Sabemos que la comunicación es el factor determinante de las relaciones, y va a ser la que le dé vida a la familia o haga que la pierda. Lo que decimos o no decimos, el cómo lo decimos y el momento elegido para decirlo, puede hacer que se generen muchos problemas en la comunicación familiar.  La forma en la que comunicamos, tiene mucho que ver con nuestras vivencias, experiencias y educación dentro de las familias, por lo tanto, la comunicación en este entorno, tiene un curioso sistema de retroalimentación en el que influyes y te influyen.

Resulta, al menos interesante, que conviviendo con los tuyos y entendiendo que todos nos estamos “construyendo” poniendo en práctica nuestras habilidades comunicativas dentro del mismo entorno, se generen tantos problemas en el área de la vida intrafamiliar, tanta diversidad dentro de la misma casa y tanto malentendido. Pero sí, las consultas se llenan de familias que tienen graves dificultades para entenderse, necesitan apoyo y mucho trabajo por su parte para poder sintonizarse y ajustar realidades para empezar a entender los diferentes “idiomas” que hablan entre ellos. A pesar de que todos aprendimos el idioma de nuestros padres, la peculiaridad de cada uno puede hacer que sea imposible la comunicación.

Me gustaría exponer aquí, según mi experiencia con familias, e independientemente de las particularidades de cada familia, las ideas que están a la base de muchos problemas de comunicación.

¿Por qué hay problemas de comunicación en familia?

  • Cada persona tiene su realidad y hay tantas realidades como personas habitan este mundo. Cuando se trata de intercambiar opiniones en la calle con gente con la que no tenemos demasiada confianza, las realidades se intercambian, se expresan y, normalmente, se respetan. Si se trata de una situación conflictiva en la que hay que ponerse de acuerdo, la realidad de cada uno marca la diferencia, y tratamos de convencer al otro con nuestros argumentos pretendiendo que cambie su realidad por la nuestra. Y lo más curioso es que se oye después este comentario: “no, si yo no te quiero convencer de nada, cada uno tiene su opinión”.  

En las familias, suele pasar lo mismo, cada miembro interpreta problemas y conflictos desde su perspectiva, y no puede ver ni sentir como la persona que tiene en frente, que puede ser su padre, madre, pareja o algún hermano/a. De estas fricciones suelen emanar emociones de todo tipo, pero la frustración suele ser la gran protagonista. Porque ¡no hay frustración más grande que poder ver las cosas claras, y que la personas que tienes enfrente, no sean capaz de verlas como tú!

  • La falta de escucha activa es un clásico en las terapias de familia, y no digamos en nuestras propias casas. Escuchar sin interrumpir, escuchar lo que de verdad nos quieren decir, escuchar no solo las palabras, sino lo que hay detrás de ellas, es una misión complicada que requiere de un aprendizaje y posterior entrenamiento. Cuando se habla sobre un tema, o problema a resolver, suele ocurrir que la persona que supuestamente escucha, interrumpe defendiéndose o justificándose, y simplemente intenta mostrar su realidad, como se ha explicado más arriba.

Un “fenómeno” curioso que se produce cuando falta la escucha activa, es que se empieza a subir el tono de voz, ya que el no sentirse escuchado tiene el mismo efecto que el no sentirse oído, y así, se tiende a pensar: “seguro que, si lo digo más alto, me va a entender”. Pero el interlocutor/a también lo hace, sube su tono de voz para poder “estar a la altura” y, finalmente, la discusión está servida. También en estos casos las neuronas espejo están haciendo su trabajo, ya que invitan a copiar acciones, emociones e intenciones, y si uno habla muy alto, el otro también; y así, la comunicación en estos términos se convierte en un instrumento inútil y sin sentido, generando a cada palabra, peor ambiente. Dicho de otra manera, queremos utilizar la comunicación para solucionar conflictos, y cuando la gestionamos mal, tenemos como resultado problemas más importantes.

  • Qué importante es lo que no decimos, tanto o más que lo que decimos de malas maneras. Lo que omitimos es una fuente de tensión en la comunicación familiar. Además, el que no cuenta, muchas veces, DA POR HECHO, es decir “no lo he dicho porque se suponía que lo tenías que saber”. Error:  si quieres que el otro lo sepa, no supongas nada, díselo.
  • La comunicación no verbal habla por si sola. No hacen falta muchas palabras cuando hacemos gestos para intervenir, interrumpir, o simplemente contestar a algo. No estoy segura de que un gesto valga más que mil palabras, pero sí estoy segura de que un gesto puede hacer el mismo daño o más que las palabras.

Hay personas en la familia, que no tienen por costumbre intervenir aportando ideas, pero sí hacen saber a sus interlocutores si están o no de acuerdo, si se sienten cómodos, o hasta si se están aburriendo.

Por supuesto, a la base de cualquier problema de la comunicación, está la ACTITUD, y como se suele decir “no hay más sordo que el que no quiere oír”, el que no quiere enterarse. El buen entendimiento familiar, principalmente cuando se recibe ayuda, tiene mucho que ver con la actitud de cada miembro de la familia, porque no consiste en contar el problema e intentar convencer al otro, o de que el/la profesional se encargue de dar su opinión para que el resto la respete, esto no llegaría a resolver lo más mínimo. Se trata de enseñar estilos de comunicación respetuosos, en los que todas las personas de la familia se sientan pertenecientes, con capacidad de escuchar y ser escuchadas llevándose la valiosa competencia de poder entender y hacerse entender por sus seres más queridos.

El acto de comunicarse adecuadamente en familia, requiere de un aprendizaje y de un entrenamiento para el que se necesita querer entender, escuchar y empatizar. Sin estos ingredientes, nos perderíamos la posibilidad de relacionarnos de una manera respetuosa y solidaria, quedándonos simplemente en nuestra realidad sin comprender las necesidades y personalidades del resto, que es lo que nos enriquece y enseña habilidades para relacionarnos y convivir con otros grupos sociales más grandes y complejos.