El entorno nos condiciona, nos mueve y dirige mucho más de lo que nos imaginamos.

Creemos en el discurso de los «expertos», o mejor dicho en los que se presentan como tal y hacemos sin vacilar lo que vemos que hace la mayoría sin ponernos a analizar que esto o aquello puede ser de verdad algo que nos interese.

Pongamos como ejemplo aquellas famosas pulseras de plástico o silicona que tenían un holograma impreso y que se vendían a millares. Creímos en el poder milagroso del plástico sólo porque unos cuantos famosos, deportistas, modelos y demás personajes de la vida pública, las lucían sin complejos. Era extraño ver una muñeca sin pulsera y qué curioso! Se contaba que los fabricantes tenían el secreto de sus poderes, pero era algo que no se podía desvelar…! Hasta que muchos de ellos acabaron en los tribunales. Y no vayamos de listos a posteriori,  porque sólo alguna excepción rebatía la idea de la maravillosa pulsera!

Este es un ejemplo de tantos en los que se refleja cómo somos y cómo nos dejamos manipular.  ¿De verdad que ese profesional X de cualquier área,  que cobra tan caro, que tiene tanta lista de espera, que además no es simpático, es realmente bueno? O sólo has oído que no sabes lo que hace, pero que te deja como nuevo?¿ Con qué criterios nos movemos para tomar decisiones? A ciertos medios de comunicación, que tienen gran capacidad para influir en nuestras creencias y actitudes, hay que sumar el grueso de falsos expertos que nos abruman con sus teorías de todo tipo y arrastran a las masas llevándolas a tomar irrevocables decisiones que carecen de cualquier argumento con un poco de lógica.

Esto se puede extrapolar a casi todo: programas de la televisión, profesionales de todo tipo, medicamentos y hasta enfermedades que se llegan a poner de moda… Como por desgracia es ahora el TDAH o cualquier trastorno del espectro autista.

Quizá debiéramos reflexionar un poco más y darnos cuenta de que como personas tenemos criterio, dejar de  confiar ciégamente en la opinión de los gurus expertos que finalmente tienen sus objetivos millonarios mucho más claros que el resto.
Virginia Rodrigo del Solar