El cerebro es la “maquina” más precisa creada por la naturaleza y sabemos gracias a la ciencia que durante la adolescencia y también en la edad adulta el cerebro sigue desarrollándose y evolucionando.

Entre los 10 y los 11 años, aquellas conexiones entre neuronas que no se usan empiezan a deteriorarse, mientras que las conexiones utilizadas perfeccionan su relación y se hacen más rápidas e integradas. De esta manera, el cerebro en la adolescencia vive una auténtica reorganización.

Así mismo, durante esta etapa y parte de la edad adulta, la corteza prefrontal va madurando progresivamente y esto dota a la persona de nuevas capacidades más eficaces, tales como la planificación, toma de decisiones, autocontrol, etc. Esta corteza prefrontal empieza a tener conexiones más sólidas con la amígdala, la cual es la encargada de procesar el deseo, miedo, angustia, etc. En este sentido, son cambios que no se dan de la noche a la mañana, pero sí van madurando de forma paulatina. Además, la mejora en la conexión de ambas zonas cerebrales permite mayor control de los impulsos.

A nivel hormonal, en esta etapa de la vida es por todos sabido que en el cuerpo de los/as adolescentes se da un cóctel peligroso. Esto, sin duda, también influirá en el autocontrol anteriormente citado.

De este modo, es fácil pensar que contar con un cerebro “en construcción” pueda conllevar conflictos internos y externos en los/as adolescentes. A los planteamientos en esta etapa relacionados con la propia identidad, la sexualidad, la autonomía personal, etc., se añade los conflictos que se puedan vivir a nivel social y familiar, principalmente. Entender que incluso biológica y neurológicamente es una época de grandes cambios, puede ayudar a las familias a entender mejor a su hijo/a y hacer que mejore la conexión en la familia.

En este sentido, si queréis profundizar en este tema tan apasionante recomendamos la lectura de Daniel Siegel titulada “Tormenta cerebral”.