Seguro que muchos de vosotros recordaréis la fábula de «La zorra y las uvas«. Después de varios intentos, y harta de no conseguir alcanzar los racimos que colgaban a gran altura, la zorra terminaba desistiendo, y justificaba el tirar la toalla diciendo «todavía están verdes, no merece la pena comerlas«.

En mis sesiones (tanto en coaching como en terapia), he visto que muchas personas se comportaban del mismo modo que la protagonista de la fábula: Se proponían un objetivo e intentaban cumplirlo al principio, pero, al ver que tenían dificultades para conseguir aquello que querían, se escudaban en otras razones (casi siempre externas, como el «están verdes» de las uvas) para justificar el abandono de esta meta.

Nuestras uvas pueden ser un nuevo trabajo, un viaje, una visita a un familiar, etc… pero cuando están «muy altas» para nosotros, ¿Qué hacemos? Buscamos algo que nos permita creernos que «no merece la pena seguir intentándolo»: una excusa.

Las excusas nos ciegan, nos impiden avanzar. Tienen el peligro añadido de que, a base de repetírnoslas a nosotros mismos, podemos terminar creyéndonos que realmente aquello que queremos no merece la pena, y, consecuentemente, tirando la toalla. Pero una vez «destapamos» esta primera capa de excusas vemos qué es realmente aquello a lo que no queremos enfrentarnos: algo que nos da miedo, una dificultad, etc…

Sólo quitando estas excusas podemos llegar a ser responsables de nuestras metas, reconocer lo que realmente nos impide avanzar y superarlo. Y para ello, un primer paso es analizar aquellas cosas que evitamos hacer, aquellas para las que siempre tenemos una disculpa preparada.