Como decía Confucio, a veces nos cuesta entender la vida, ¡cómo para entender la muerte! Vida y muerte, dos conceptos que, a pesar de estar situados en dos polos opuestos, están tan cerca uno del otro, que a veces se “pisan los talones”.

La muerte es natural e inevitable, pero es también misteriosa y sigilosa, y nos genera incertidumbre. No sabemos cuándo, cómo o dónde nos sorprenderá, además de aterrarnos la idea de que “salude” con o sin aviso a alguno de nuestros seres queridos.

La muerte es un evento natural que está siempre presente, desde el mismísimo día en el que hicimos nuestra aparición en este mundo. Si nos preguntaran, seguramente diríamos: “yo no le tengo miedo, pero experimentaría un inmenso sufrimiento si le ocurriera algo a una persona que quiero”.  El cómo afrontamos esas pérdidas, cómo nos adaptamos o nos rehacemos con el tiempo, y cómo conseguimos recuperar la relación con los demás, con el entorno y con nosotros mismos, forma parte del proceso de duelo que experimentamos todas las personas ante las pérdidas de nuestros seres queridos.

 

El duelo por el fallecimiento de alguien al que queremos, es una experiencia vital y global, un proceso dinámico en el que se experimenta sufrimiento emocional ante un problema irreversible. Es bien sabido que, aunque la muerte de un ser querido es siempre una experiencia dramática, no hay una sola manera de enfrentarse a estos momentos, porque somos seres únicos y tenemos diferentes modos de vivenciar las pérdidas. Cuando estamos en duelo, tenemos la impresión de que lo que sentimos es  exclusivo y, sin embargo, cuando ponemos en común las experiencias y emociones vividas, nos damos cuenta de que muchas son comunes e incluso de que las podemos experimentar de manera secuencial en el mismo orden. Se han descrito diferentes etapas según autores, pero no hablaremos de ellas en este artículo.

Falsas Ideas

Aunque se trata de un tema complejo, todos nos atrevemos a dar opiniones, explicaciones y hasta “consejos curativos” a las personas que sufren pérdidas. Se ha escrito y hablado mucho sobre duelo dándonos ideas falsas que han generado confusión, tanto en los propios dolientes como entre los profesionales. Hablemos de algunas de ellas.

  • La gran paradoja a la que nos enfrentamos las personas cuando tratamos de ayudar a los dolientes, es que deseamos darles una solución para un problema que no la tiene. Este interés en “dar soluciones” para ayudar a aliviar su dolor, hace que nos adelantemos con sugerencias inaceptables, que están fuera de lugar en el momento en el que se encuentra la persona que sufre la pérdida. Porque no hay un tiempo concreto para vivenciar el duelo, es falso pensar que el duelo tenga una duración definida, como oímos muchas veces . Tenemos que ser capaces de respetar el ritmo de cada persona a la hora de afrontar la pérdida,  porque cada una tiene su situación personal, relación o vínculo con la persona que falta, circunstancias, personalidad y experiencias diferentes, individuales e irrepetibles. Cada etapa puede ser vivida con distinta intensidad y duración, y es importante tenerlo en cuenta para poder de verdad conectar a nivel emocional y hacer que la otra persona se sienta acompañada.
  • Que el duelo siempre tiene que hacerse con la ayuda de un profesional, es otra idea completamente falsa. El duelo es un proceso natural y que, llevando ritmos diferentes en cada caso, sigue su curso. Así, la mayor parte de las personas se consiguen rehacer y sobreponer a las pérdidas con las herramientas personales, ayuda de sus familiares, amigos, trabajo, etc. Es cierto, que hay otro grupo de personas para las que la experiencia resulta más compleja, no consiguen sobreponerse al dolor y por eso necesitan ayuda profesional. Por lo tanto, demos un margen a aquella gran mayoría que hace un proceso adaptativo natural.
  • En relación con lo dicho más arriba, las personas que tienen un duelo complejo, no podrán sanar con el paso del tiempo y sin una elaboración del duelo guiada, profesional y competente. El paso del tiempo no lo cura todo, se describen casos en los que, si no se pone remedio, el paso de los días empeore su estado de salud mental y física. De hecho, es posible que para muchas personas el primer año después de la pérdida, sea menos duro que los años posteriores.
  • Otra idea falsa es pensar que el duelo finaliza cuando se hace la despedida del ser que se ha ido. ¿Cómo te despides de tu hijo/a, pareja, padre o madre? No se trata de acabar con el duelo escribiendo una carta de despedida, o pudiendo decir “adiós” para siempre, sino encontrando significados nuevos para adaptarte a la situación y recobrando la necesidad de vivir encajando la pérdida. Además, cada persona tendrá presente a su ser querido a su manera, algunos llevarán consigo su recuerdo en el corazón, otros una imagen en su bolsillo y otros sus palabras en su cabeza. No hay normas para saber de qué manera nuestros seres queridos fallecidos nos acompañarán el resto de nuestra vida.
  • Otro gran mito, es que los duelos hay que hacerlos en soledad. ¡Nada más lejos de la realidad! Necesitamos al lado personas a las que queramos y nos quieran, necesitamos contacto interpersonal. Otra cosa es que requiramos de nuestros momentos en soledad para pensar, recordar o hasta llorar; pero no sanaremos una pérdida si no es a través de la relación con otros, porque el apoyo es vital para la supervivencia emocional. Hay autores que apuntan incluso a la idea de que la falta de este apoyo, llevaría a generar otra pérdida secundaria. La vieja idea de que en soledad nos hacemos más fuertes, y que nos ayuda a expresar mejor las emociones, es completamente falsa. No tenemos posibilidad de expresión emocional si no es con alguien a quién queramos. Estar acompañados en esos momentos es, no solo de gran ayuda, sino necesario para elaborar el proceso de duelo.
  • También oímos muchas veces la falsa creencia de que cuanto antes nos deshagamos de las pertenencias y recuerdos de las personas que faltan, mucho mejor. Cada uno tendrá que seguir su propio ritmo, lo que sienta: quedarse con lo que quiera, quitar todo, guardar parte, llevar siempre consigo algo de la persona fallecida, lo que necesite. Nadie nos puede decir qué y cuándo nos tenemos que desprender de esos recuerdos. Lo que hagamos será fruto de unas emociones y sentimientos, que son exclusivamente nuestros. No caben orientaciones de otros porque esto podría llevarnos a arrepentirnos en fases posteriores de haber tomas decisiones equivocadas.
  • La idea de que debemos hacer muchas cosas para evitar llorar o sentir tristeza y de que esto nos ayuda a hacer el duelo, también es falsa. Se ha investigado mucho a este respecto y se concluye que no expresar y/o reprimir estas emociones, puede ser un indicador a largo plazo de un posible duelo complicado o incluso patológico. En el proceso de duelo es necesario y sano dejar que fluyan las emociones de manera natural.

 

Son innumerables las falsas creencias sobre las que podríamos seguir argumentando y que hoy en día seguimos escuchando: que ir al cementerio impide la elaboración del duelo, que hay que aconsejar a las personas en duelo lo que tienen que hacer, que los niños tienen que permanecer ajenos a todo lo relacionado con la muerte del familiar, que no hablar de la enfermedad o de la muerte ayuda a sanar, que el dolor desaparece si lo ignoras,  que solo el que llora es el que sufre la pérdida de verdad, que la ansiedad y la depresión van asociadas al duelo, que las terapias sobre duelo generan más dolor, que los rituales de duelo como funerales, velatorios o entierros imprimen sentimientos más dolorosos  y un largo etc.

Resulta necesario que desterremos estos mitos por el bien de las personas a las que tratamos de ayudar, porque la muerte siempre acecha y, aunque nunca estaremos preparados para darle la bienvenida, por lo menos seremos conscientes de que estas creencias nos hacen todavía más vulnerables y nos impiden acercarnos con respeto a las personas que sufren.