Con el final de la segunda evaluación vienen las notas escolares, y con ellas, los comentarios y anotaciones que hacen los/as profesores/as al alumnado.

Desde siempre he pensado que ese espacio es un espacio maravilloso para alentar al buen comportamiento o buen quehacer. El poder disponer de un hueco en las notas para decirles la los/as alumnos/as cómo pueden mejorar, que confiamos en sus capacidades, que si lo intentan ellos pueden lograr mejores resultados o actitudes, etc. Porque entiendo que el objetivo principal es el de empoderar y transmitir mensajes encaminados a mejorar y sacar lo mejor de uno/a mismo/a.

Por ello, me entristece recibir notas con mensajes de este estilo, reales como la vida misma:

  • Habla mucho y se distrae, aunque parece que quiere poner voluntad. Sin embargo, está lejos de conseguir concentrarse.
  • Sólo hace lo que yo le digo personalmente que haga, y no siempre. Creo que no lo va a conseguir.

¿Por qué algunos/as profesores/as escriben las anotaciones desde el enfado, la frustración y/o la baja expectativa? ¿Creen así que conseguirán que la siguiente vez el/la alumno/a lo haga mejor? Este aspecto es llamativo. Se ha observado en varias investigaciones que una de las principales causas de éxito escolar es la “mirada del profesor”. Es decir, la expectativa que los profesores tienen sobre el rendimiento de sus alumnos. Existe, así mismo, el llamado “efecto pigmalion” o profecía que se auto-cumple, la cual indica que si pensamos que alguien rendirá de una manera, nuestra propia actitud ante esa persona invita a que rinda de esa manera. Decir “creo que no lo va a conseguir” ya denota una baja expectativa hacia la mejora, lo cual sin lugar a dudas también influye en el rendimiento. Esto no exime de responsabilidad a los alumnos y es evidente que existe el mal comportamiento. Sin embargo, se trata de alentar para sacar lo mejor de uno mismo. Ante esa frase, podríamos decir: “Confío en ti y confío en que sabes qué es lo mejor para ti.”

En otra línea de comentarios están las incidencias. Esos registros diarios del mal comportamiento, de la mala actitud, etc. Espacios destinados a poner todo el tiempo lo malo. Cuando hacemos terapia con un adulto y viene por ejemplo con una depresión, una posible tarea puede ser que escriba diariamente qué cosas buenas le han pasado ese día. ¿Sabéis por qué? Porque lo que se pretende es que esa persona se sienta mejor. Que vea que todo no es negativo. Que puede salir del agujero emocional donde se encuentra.

En el caso de las incidencias, ¿en qué ayuda que un niño vea todos los días lo mal que lo hace? ¿Le enseña competencias para la vida? ¿Le enseña a hacerlo mejor? ¿Le ayuda a sentir conexión o un vínculo con el profesorado? ¿Sentirse mal, le ayuda a comportarse bien? Si vemos al niño con mal comportamiento como un niño desalentado; ¿da aliento decir “creo que no lo vas a conseguir?”

Lejos de eso, lo que nos encontramos en la consulta es que las incidencias invitan a los/as niños/as a acostumbrarse a ellas, sentirse cada vez más alejados del grupo y no mejora su comportamiento. Sin contar la doble consecuencia que eso tiene en casa. En este sentido, comunicarse con la familia es imprescindible, pero más que para describir las quejas, para buscar soluciones, y para ello es necesario implicar al niño.

Desde el enfoque de la Disciplina Positiva, apostamos por la conexión, el aliento, la búsqueda de soluciones, la implicación, la visión a largo plazo, el entrenamiento en habilidades para la vida y los errores como oportunidades para aprender.

Analizaré un ejemplo para que esto se vea en la práctica:

Incidencia. Ha sido expulsado de clase por no atender durante la explicación.

Reflexión. Una técnica para mejorar la atención en clase, es sacarle fuera de ella…

En realidad, no.

Alternativas a la incidencia:

  • Valorar si hay algún problema, preocupación o meta equivocada que está dificultando que el niño esté atento en clase. Indagar en lo que hay debajo del mal comportamiento. ¿Quiere llamar la atención? ¿Tiene asumido el rol de “gracioso” en clase? ¿Se está vengando? ¿Siente que no es capaz de hacerlo bien y decide molestar? ¿Tiene una lucha de poder?
  • Hablar directamente con él a solas para buscar una solución conjunta, como puede ser establecer una señal no verbal para que sea consciente de cuando se distrae y vuelva a retomar la tarea.
  • Partir de la base de las emociones: Veo que en clase hablas a veces, entiendo que eso puede pasar porque te sientes aburrido.
  • Enseñarle a tomar apuntes para que siga mejor la clase.
  • Si necesita movimiento, darle una responsabilidad dentro de clase que implique que de vez en cuando se levante.
  • Alentar: “Confío en que puedes conseguirlo”.
  • Mensajes de amabilidad y firmeza: “Entiendo que a veces necesitas hablar en clase y ahora es momento de escuchar la explicación.”
  • Hacer reuniones de clase con todos los alumnos, buscando una solución conjunta.
  • Haciendo preguntas de curiosidad para estimular la empatía y la implicación en la búsqueda de soluciones: ¿cómo crees que se siente la persona que está a tu lado cuando no puede escuchar la explicación mientras hablas?

Y a pesar de todas las alternativas, sabemos que cada persona va a decidir hacer finalmente lo que quiera. No obstante, vemos que al menos desde este enfoque se enseñan habilidades para la vida (empatía, tenerle en cuenta, resolución de problemas, participación, aprender a tomar apuntes, animar durante el proceso, etc.) y es una intervención que motiva al cambio y hace que el niño se sienta tenido en cuenta y partícipe de todo el proceso.

Por todo eso, no apoyo el sistema de incidencias tal y como se utiliza hoy en día. Pienso que muchos profesores son bienintencionados y realmente buscan ayudar a sus alumnos, pero a veces nos encontramos con que no saben cómo y lo intentan una y otra vez de la manera en la que a ellos también les enseñaron… sin éxito. En este sentido, a veces es falta de formación ante cómo gestionar el mal comportamiento.

La Disciplina Positiva no es un milagro. No te asegura 100% el éxito. Somos conscientes de que podemos actuar en nuestro metro cuadrado, no en el de la otra persona. Pero aún a pesar de todas las limitaciones y dificultades que tenemos en educación, al menos que durante el proceso el niño aprenda algo positivo.

Conexión…

antes que corrección.