Para todo aquellos que habéis leído sobre crianza y educación o incluso, aquellos que no sabéis nada sobre el tema, seguro que os es familiar la palabra apego. El apego, es el vínculo que tiene el niño o la niña en sus primeros momentos de vida con la persona encargada de su cuidado. Este vínculo es de suma importancia, ya que, determinará cómo nos relacionamos con en mundo en la edad adulta.

El apego comienza a formarse desde el momento en el que nace el bebé y contribuye a su supervivencia física, un niño recién nacido necesita a su madre para sentir seguridad y tener sus necesidades tanto físicas como emocionales cubiertas. A medida que el niño o la niña va creciendo, el apego se irá desarrollando conforme a la seguridad, protección e independencia que sienta .

Este concepto fue introducido por primera vez por el psicólogo John Bowlby, quien estableció la necesidad de vínculo como algo imprescindible para la formación de la personalidad. Este aspecto fue investigado después por la psicóloga Mary Ainsworth quien a través de los experimentos pudo determinar los tipos de apego.

Los tipos de apego que determinaron fueron los siguientes:

  • Apego seguro: este tipo de apego es el más sano de todos y se da cuando el niño siente la seguridad y amor incondicional. En estos casos el niño o la niña sentirá que puede explorar el mundo sin el temor de ser abandonado. Además, tienen facilidad para dejarse consolar por el cuidador o cuidadora de referencia.
  • Apego ansioso ambivalente: en estos casos el niño no siente seguridad, crece con la sensación de incertidumbre debido a la falta de consistencia en la atención por parte del adulto. Además, los niños y niñas con este tipo de apego viven con gran angustia las separaciones y tienen dificultades para calmarse ante los intentos del adulto por consolarles.
  • Apego evitativo: este tipo de apego aparece cuando los adultos no ofrecen cuidados al niño y entonces este tiene que ser autosuficiente. Por ello, son niños que se distancian de lo emocional y evitan el contacto físico.
  • Apego desorganizado: esta tipología se da en situaciones de maltrato. Es una mezcla entre el ambivalente y el evitativo, donde los cuidadores son negligentes con los menores, y por tanto, puede que estos tengan miedo a la figura de apego y presenten comportamientos disruptivos.

Ahora, bien, teniendo en cuenta la importancia de generar un vínculo seguro, ¿Qué cosas podemos hacer como adultos para establecer un apego seguro con nuestros hijos e hijas?

 

Atiende a sus necesidades

Lo primero y más básico, es prestar atención a las necesidades que pueda presentar el bebé. Por un lado, están las necesidades físicas, por ejemplo, la de alimentarse. Pero también existen necesidades emocionales, como el sentir afecto a través de la voz, las expresiones faciales o la proximidad física que ayudan a generar un vínculo sano entre el recién nacido y su figura de referencia. Además, está demostrado que el recibir estos cuidados hace que ciertas áreas cerebrales maduren de forma adecuada.

 

Dedícale tiempo

En las experiencias de apego tienen importancia tanto las interacciones de calidad como la cantidad. Por ello, uno de los factores principales es la repetición de estos cuidados. Es decir, si nosotros solo damos atención y cuidado de vez en cuando, por muy de calidad que sea, el niño o la niña no lo percibirá como algo constante y seguro. Por ello, repetir esas experiencias proporciona una base segura.

 

Déjale explorar sin miedo

Cuando los niños son pequeños y sobre todo los primeros, los adultos vemos una cantidad inmensa de peligros en todas partes y es necesario protegerles de ellos. El problema viene cuando les trasmitimos los miedos, haciéndoles sentir que su entorno no es seguro. Los niños y niñas tienen que poder explorar su alrededor de forma segura y sin miedo, y para ello los adultos tendremos que transmitir seguridad y serenidad. Los miedos pueden ser generacionales y esto puede protegerles, pero también puede generarles excesivos miedos y falta de confianza.

 

Disponibilidad emocional

Si queremos generar un apego seguro es importante demostrar disponibilidad emocional. Es decir, cuando nuestra hija necesita ayuda para calmarse poder ayudarle a hacerlo, si necesita un abrazo poder estar ahí para ofrecérselo, sobre todo cuando son pequeños. A medida que se han mayores, aunque nuestra ayuda tenga unas condiciones y los niños tengan unos limites claros, nuestro amor tendrá que ser incondicional, es decir, mi amor no depende de si hacer algo bien. Así cuando crezcan tendrán la confianza de expresar sus errores y poder darles solución.

 

Ayúdale a expresarse

Cuando los niños son pequeños, todavía no tienen el vocabulario emocional adecuado para poder expresar sus necesidades, nosotros como cuidadores, tendremos que ayudarles a poner palabras a aquello que sienten, siendo modelos. Así, poco a poco, el niño o la niña adquirirá la habilidad de expresarse por si misma.

 

Poner límites

Los límites sirven para que los niños entiendan lo que se espera de ellos, dan estructura y seguridad; y por ello, no pueden faltar cuando hablamos de un apego seguro. El tener estructura les permite tener más probabilidades de éxito y sentir mayor seguridad en si mismos.

 

No sobreproteger

Ayudar y estar ahí cuando un niño tiene miedo o estrés es importante, pero muy diferente a la sobreprotección. Cuando hacemos demasiadas cosas por ellos, les estamos diciendo que ellos no pueden hacerlo solos y por tanto, estamos generando vínculos dependientes que a medida que crezcan serán todavía más notorios e invalidantes.