Cada vez nos interesa más la educación entendida como un proceso eminentemente humano que implica relaciones sociales dignas. Así mismo, sabemos mucho más sobre neurociencia y del poder transformador de la educación, de estilos educativos (autoritarios, permisivos, indiferentes y democráticos) y de cómo estos marcan el tipo de relación que se da en las familias y fuera de ellas.

Afortunadamente, la tendencia en la educación ha cambiado significativamente y el estilo democrático es el que hoy en día se consolida como el más beneficioso, tanto para las familias como para la sociedad en general.

El objetivo de este escrito es subrayar cómo es realmente el estilo democrático, ya que da lugar a mucha confusión. Sea por su nombre, sea porque no se conoce en profundidad, se tiende a pensar que este estilo tiene que ver con que los hijos e hijas hagan lo que quieran pasando por encima de los límites que se instauran en las familias. ¡Nada más lejos de la realidad!

 

 

Entonces, ¿Cómo tiene que ser o no ser? ¿Qué debe tener o no tener una educación para poderla denominar democrática?:

  • En primer lugar, no puede ser permisiva y conceder todo el control a los hijos ya que para estos sería inmanejable tener más poder que los propios educadores y garantizaría la inseguridad y el enfrentamiento.

 

  • Necesita tener límites claros y firmes que se revisen y evolucionen con la edad y la madurez de los niños y niñas para que procuren seguridad.

 

  • Requiere que padres, madres, y otras personas cuidadoras sean buenos modelos para poder enseñar habilidades para la vida. Por ejemplo, si queremos que aprendan rutinas y orden  ¿Cómo lo podrían hacer si no lo vieran en sus propias familias que son la primera y más importante de las escuelas? Los niños aprenden lo que viven.

 

  • Debe permitir expresar las emociones de los hijos e hijas, porque las emociones no son lo mismo que las acciones, de hecho, las emociones son todas aceptables, y las acciones no.

 

  • Considera primordial que, cuando se den acciones inaceptables, se observe qué habilidades, que están debajo de estos comportamientos, se necesitan enseñar. Por ejemplo, si una niña está muy enfadada y se va de la mesa dando un portazo, se le podría enseñar que tiene derecho a enfadarse; pero tendría que aprender a hacer o decir algo que fuera aceptable para ella misma y para la familia.

 

  • Requiere que haya respeto, también de los padres y madres a los hijos porque si no, ellos tampoco aprenderán a respetarles. Hoy en día, el miedo ya no es una emoción a la que normalmente se recurra para enseñar, aunque a veces, quizá con la mejor intención, se siga provocando.

 

  • No necesita de sermones o argumentaciones para convencer, más bien necesita de pocas palabras. Aprendemos más de los hechos que de las palabras.

 

  • Es importante que las palabras coincidan con las acciones, es decir, que no se diga una cosa y se haga otra. Por ejemplo, que no se diga “te voy a apagar la televisión”, mientras esta sigue encendida.

 

  • La educación democrática no insiste en las cosas que están mal hechas o en los comportamientos que no son aceptables, sino que se centra en explicar claramente cómo hacerlo. Es decir, no necesita castigar los comportamientos que no gustan, sino centrarse en enseñar bien y asegurarse de que se está aprendiendo.

 

  • Es consecuente, permite a las madres, padres y otras personas cuidadoras, actuar, decidir lo que van a hacer de manera coherente para que el aprendizaje se base en hechos.

 

  • Pregunta más que ordena. A través de las preguntas se produce el aprendizaje auténtico y se despierta verdadera curiosidad por cómo piensan los hijos. Preguntar estimula el pensamiento y la colaboración, fundamental para convivir en armonía y para el buen desarrollo individual, social y ético de los hijos.

 

  • Necesita que se tenga confianza en los hijos e hijas siempre que los límites sean firmes y claros, y haya respeto y colaboración por las dos partes.

 

  • Precisa de madres y padres que piensen que sus hijos deben aprender a asumir las consecuencias de sus errores. El cometer errores es humano y necesario en la vida en general y en el aprendizaje de habilidades en particular.

 

  • Considera que, cuando se aplican consecuencias lógicas, deben ser respetuosas, equilibradas, con sentido y relacionadas con lo que se quiere enseñar. Que una consecuencia de un comportamiento erróneo, sea por ejemplo cuatro meses sin salir con amigos, no enseña, ni es respetuoso, ni probablemente esté relacionado con lo que se quiere corregir, y casi con seguridad, llevaría a luchas de poder.

 

  • Además, es fundamental que las consecuencias sean conocidas por las dos partes para que no se conviertan en amenazas, sino en información necesaria para poder tomar decisiones aceptables.

 

 

Por último, y no menos importante, en la educación es crucial que tanto el padre como la madre (o quien se encargue, dependiendo del tipo de familia), tengan claro el camino para educar en el respeto y, más que conveniente, que sus estilos educativos sean iguales o lo más congruentes posibles,  para que así los hijos no duden sobre qué es exactamente lo que se espera de ellos.  No debemos olvidar que cuando los niños y niñas se siente respetados y se les dota de habilidades, su colaboración y contribución, están garantizadas.

Educar en el estilo democrático no asegura solo que los niños y niñas aprendan habilidades sociales y de vida, sino que les predispone adecuadamente para poder realizar aprendizajes intelectuales, algo que lógicamente preocupa a muchos padres. La educación, como decía Adler, “solo es posible con niños que miran esperanzados y alegres hacia el futuro”.