Esta es la pregunta del millón. Prácticamente todos los días la oímos en voz de alguien de nuestra casa, algún amigo o familiar por videollamada o incluso nosotros mismos, que la emitimos en voz en off en nuestra cabeza de forma reiterada. Nos preguntamos a diario cuando vamos a recuperar la normalidad en nuestras vidas, la posibilidad de vernos, abrazarnos, sentarnos en una terraza a tomar un refresco o elegir si realmente el plan que nos apetece es precisamente quedarnos en casa. Sentimos una restricción de nuestras libertades a la que no nos está siendo nada fácil adaptarnos.

El 10 de mayo es, de momento, la fecha en la que parece que pueden empezar a cambiar las cosas y esto resulta alentador, pero también incierto y la incertidumbre es una de esas cosas que siempre nos cuesta gestionar.

Todos permanecemos pendientes de las últimas noticias, esperamos con ilusión que esa curva de infección de la que tanto se habla baje, baje y siga bajando hasta desaparecer, pero la situación se escapa de nuestro control y lo que podemos hacer por controlar nuestro metro cuadrado de acción es bastante poco. Sabemos que tenemos que quedarnos en casa, que salir a la calle tiene que estar justificado por la necesidad de ir al supermercado, bajar a nuestro perro, ir a la farmacia o, en algunos casos, a trabajar. Sabemos también que en casa tenemos que buscar rutinas e inquietudes que nos mantengan activos y que un plan genial es disfrutar de los nuestros, que, en muchas ocasiones, la falta de tiempo para invertir en ellos es la mayor queja en nuestro día a día… pero los días pasan y el tiempo se nos hace lento. Donde tantas veces hemos dicho que ojalá nuestro día tuviera más de 24h, ahora pensamos que casi que nos quiten esas cuatro y así tenemos un número redondo y el constante pensamiento activo en nuestras cabezas es ese “¿y yo que hago ahora?”

El ser humano necesita controlar para conseguir dominar la incertidumbre. Tener conocimiento sobre lo que va a ocurrir favorece nuestro sentimiento de seguridad y bienestar. La emoción de miedo es un elemento constantemente activo en muchos de nosotros y su antídoto es la búsqueda de elementos de control para aumentar nuestro sentimiento de seguridad. El aumento de nuestros niveles de serotonina favorece que esa seguridad vaya creciendo.

La necesidad común que precisamos de conocer cuándo van a empezar a cambiar las cosas es precisamente una búsqueda de respuestas para poder planificarnos y organizar la situación venidera tras la reducción de restricciones.

Divagamos sobre cómo va a ser nuestro verano con miedo, tememos sobre nuestra situación laboral y como va a poder deteriorarse la economía y nos preocupa que va a ser “lo que viene ahora”. Toda esta incertidumbre y temor hacia lo que puede o no depararnos ese futuro a medio plazo, tiñe de un halo de negativismo el espacio de control que en este momento tenemos, que es pequeño, pero está ahí. Está en nuestras pequeñas elecciones del día a día y en todas esas decisiones que tomamos en la intimidad de nuestras casas. Sin embargo, la preocupación constante, nos tensa y en muchas ocasiones nos domina invalidando nuestra acción y por tanto bloqueando los cambios o decisiones que necesitamos realizar para que en cada uno de nosotros; protagonistas de nuestras vidas, las cosas mejoren. Nos enfadamos, frustramos y sentimos el bloqueo de no saber por dónde continuar. El sentir catastrofista se forja antes de conocer realmente el camino y desenlace de la situación en la que nos encontramos, pues prima más el miedo y la inseguridad que el empoderamiento que precisamos para elegir el rumbo a tomar en la situación que hoy tenemos entre manos.

Tal vez el día 10 podamos salir de nuestras casas o quizás este confinamiento siga alargándose, como prevén algunos científicos, pero cada uno de nosotros tenemos que definir las decisiones de hoy, y así enfrentaremos mejor las incertidumbres de mañana.

Eleanor Roosevelt decía de forma muy acertada que el propósito de la vida es vivirla, disfrutar de la experiencia al extremo, extender la mano con impaciencia y sin miedo a vivir experiencias más nuevas y más enriquecedoras. Esta situación que vivimos ha puesto patas arriba todas nuestras vidas y planes y sin duda nos ha dado una lección en cuanto a que el control total de la situación nunca puede darse por hecho, pero exprimamos la experiencia al extremo y dirijamos el rumbo de nuestras incertidumbres.