Tienes todo en tu vida: trabajo, salud, familia, amigos… Deberías estar feliz, disfrutar de las cosas maravillosas que te pueden pasar, hacer planes con ilusión…, pero, sin entender las razones, te invade un malestar que no se va y cada vez va a más. ¿Por qué te sientes así cuando deberías sentir alegría? No hay nada en apariencia que justifique tu malestar por lo que: ¿de dónde diablos viene?

Esta situación empieza poco a poco, y llega un día en el que “sin venir a cuento” lloras, no te apetece salir de la cama, no quieres hablar con nadie, no duermes bien, te atemoriza la idea de poder tener “depresión” o “ansiedad”, no quieres ni oír hablar de medicación, te preguntas por qué te pasa esto a ti si lo tienes todo…

¡Tranquilidad! Esta situación es más común de lo que crees.

Aunque existen muchas formas de explicar la ansiedad (y probablemente todas ellas tienen una parte de acierto en el tema y pueden ser complementarias), hoy os quiero explicar el modelo de la emoción oculta, porque últimamente me lo encuentro mucho en la consulta.

¿Qué dice el modelo de la emoción oculta?

Este modelo entiende que la causa de toda ansiedad es la excesiva amabilidad. En palabras de David Burns, la ansiedad es la “enfermedad de la amabilidad”. Pero, ¿a qué se refiere?

Puede que algunas veces, cuando sientes angustia, estés evitando un problema que te molesta. Intentas ignorarlo, seguir con tu vida, hacer como que no pasara nada. En el fondo quieres ser amable; no quieres causar problemas a tu entorno o a las personas con las que te relacionas.

¿Quizá tienes miedo de tomar una decisión trascendente en tu vida? ¿Es esta la persona con la que me quiero casar o tener familia? ¿Debería continuar toda mi vida en esta ciudad? ¿Estoy convencida de encaminar hacia esta dirección mi carrera profesional?

Es posible que cualquier decisión que tomes tenga una repercusión en ti y en otras personas cercanas, y a veces, querer evitar hacer daño es una forma de hacerte daño a ti misma sin darte cuenta.

¿Qué herramientas me ayudarán con la ansiedad?

En primer lugar, no existen herramientas universales que ayuden a todas las personas en esta situación. Habitualmente me encuentro con que lo que a una persona le funciona, a otra no. Por ello, es fundamental partir de las cosas que le ayudan a cada uno, desgranando sus propios recursos, aquellos que en ocasiones anteriores les han podido ayudar.

Si bien es cierto que no hay recetas mágicas para todo el mundo, explorar estas “emociones ocultas” con cierto detalle es bastante reparador. Viene a ser como levantar la alfombra para barrer. Te puedes encontrar con mucha suciedad debajo, pero seguro que no encontrarás los “monstruos” que te puedes imaginar si no la levantas. Desde mi punto de vista, acudir a terapia en estas situaciones es conseguir reunir el valor suficiente para empezar a plantearse airear un poco “la alfombra”.

Así mismo, poder responder de manera clara a las preguntas: ¿qué me preocupa realmente?, ¿de qué tengo miedo?, te puede ayudar a clarificar aquello de lo que no hablas y que tanto malestar te genera.

Por otro lado, desde la Terapia Centrada en Soluciones ayuda mucho entender que la ansiedad no es un rasgo de la personalidad. De hecho, ninguna etiqueta diagnóstica lo es. No ERES ansioso. No ERES depresiva. No ERES hiperactivo. No ERES vaga. Llamarte a ti misma utilizando estas etiquetas únicamente contribuye a que veas más difícil poder salir de esa situación. Al fin y al cabo, ¿cómo vas a poder dejar de tener algo que ERES? ¡Imposible!

En su lugar, conviene describir lo que sientes, lo que haces, lo que dices, lo que piensas… Por ejemplo: “en ocasiones me preocupo por el futuro”, “a veces me apetece quedarme tumbada en la cama sin hacer nada”, “me asusta el hecho de pensar cómo se pueda sentir mi madre si se entera de esto”, etc. Describir es el primer paso para tomar distancia del problema, y aunque haya que llevar a cabo otra serie de acciones, nos ayuda a quitarnos el “lastre” de la etiqueta.