Se trata de un niño de 9 años que llega a consulta acompañado de sus padres. Ellos quieren entrar solos durante un rato mientras el niño espera jugando en la sala de espera. El motivo de consulta es el mal comportamiento de su hijo que es generalizado.

El mal comportamiento se da en el colegio, dentro y fuera del aula, en casa, en la plaza cuando está con otros niños, etc. Comentan que están muy agobiados porque se están produciendo continuas llamadas del colegio: «no pasa una semana sin que nos llamen para quejarse de que ha hecho algo».

Lo que se suele manifestar más habitualmente son comportamientos negativos del tipo: no hago caso, hablo mucho, me levanto, hago ruiditos, no quiero trabajar en grupo, me cuesta sentarme, pego, corro, grito, me relaciono con mis compañeros a empujones, me pego con mis primos porque no tengo hermanos»…

Según comentan los padres, ellos han hecho de todo y no saben ya cómo actuar y en el colegio, están completamente desesperados y dicen también haber probado de todo.

Cómo llevamos el caso de mal comportamiento de un niño

Hacemos pasar al chico, que se presenta muy tímido e inquieto en este encuentro. A la pregunta de por qué cree que está aquí, responde que se porta mal, y que es malo. Indagando un poco más… Que siempre le gritan, castigan y muchas veces termina en la clase de los pequeños porque se porta muy mal.

Además, que no tiene muchos amigos y muchos le pegan. Se le pregunta por aquellas veces en las que él ha conseguido portarse bien y dice que eso no ocurre nunca.

Nos damos cuenta de que nos encontramos ante un caso en el que el niño ya ha adoptado el papel de disruptivo, de niño con mal comportamiento;  pero no sólo él ha adoptado siempre el mismo rol, sino que también quienes le rodean han aprendido a responder siempre de la misma manera.

¿Por qué se ha generado ese círculo de mal comportamiento?

El circulo que se ha generado es claro: cuanto peor se porta el niño, más consecuencias negativas tiene y esto a su vez hace que el niño se porte cada vez peor. No hay posibilidad de salir de esto a no ser qué se haga algo diferente. El  pequeño no sabe cómo salir y los padres, compañeros, amigos y profesores tampoco. Si nadie da ningún paso para romper este círculo, la situación lo único que hace es empeorar.

Empezamos trabajando con los padres, que en estos casos sin darse cuenta dejan de ver los aspectos positivos del niño.

En principio parece que un niño que se describe así, no hace nunca nada bien, pero esto es un error. Hay que volver a «enseñar» a los padres y adultos que rodean al niño, a observar esos momentos en los que el niño está rompiendo la regla de portarse mal, esos momentos en los que ha respetado la norma, en los que se está comportando como nos gustaría que lo hiciera casi siempre.

Por otro lado, aunque los padres creen haber hecho de todo, suele ocurrir que como estos comportamientos generan tanta impotencia y descontrol, las consecuencias no tienen «orden», se castiga desproporcionadamente, se chilla, se pierden los nervios y ya no se es consciente de otro tipo de comportamientos que son  buenos en el niño.

En el colegio, pasa algo parecido, se le castiga, riñe, reprende, y todo esto delante del grupo, lo que hace complicado que el niño salga del papel de «malo» y además tenga la posibilidad de relacionarse con sus compañeros de manera adecuada.

Así mismo el niño, sabe lo que todos esperan de él y así se comporta. Sabe que que no le trae buenas consecuencias, pero se ve en un callejón sin salida.

Al largo del tratamiento se trabaja en todos estos aspectos que nunca se han manejado, se hacen cosas diferentes tanto en casa como en el colegio. Por ejemplo los profesores hablan con el niño antes de la clase explicándole la confianza que tienen en él, los errores que han cometido no dándose cuenta a veces de cómo ha hecho las cosas y como ese día se van a fijar mucho más. Los padres empiezan a proponer juegos nuevos, a trabajar en las habilidades de sus hijo, a reforzar conductas positivas…

Es muy importante el trabajo que se hace tanto con los profesores como con los padres,  porque el entorno y las respuestas de los demás,  están condicionando y enquistando el mal comportamiento del niño. Éste ha llegado un punto en el que no es consciente de que hay veces que se sabe comportar como el resto de sus compañeros. Se hace un seguimiento de su evolución en el colegio un día a la semana (algunas veces acudiendo al colegio para estar con el profesor y otras vía mail o teléfono), se trabaja mucho con los padres,  y con el propio niño.

Hay que destacar la importancia que tiene que los padres se mantengan unidos en lo que se refiere a poner límites al niño porque es habitual, que estos comportamientos generen muchos problemas y desacuerdos en la pareja.

A medida que va viendo que tiene control y que además que las consecuencias de este control, son agradables (algo bastante inusual en su vida hasta ahora), sus ganas de seguir haciéndolo bien van en aumento. Al mismo tiempo, los adultos y otros niños se ven reforzados por este comportamiento y sienten también mucho más control y ganas de «premiarle».

No se necesita mucho tiempo, pero sí, paciencia y confianza en que si las cosas se hacen diferente, el cambio en inevitable.

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