Para ser un buen profesional de la salud (enfermeros, médicos, auxiliares, etc.), no solo se deben desarrollar y poner en práctica las mejores habilidades técnicas, sino también todas las habilidades humanas que en su conjunto brinden una atención de calidad digna y respetuosa.

Afortunadamente, una parte importante de los profesionales que trabajan en el sector sanitario saben cómo informar a sus pacientes y generar confianza sin perder la profesionalidad. Y cierto es, que ya bien entrados en el siglo XXI, no debería haber un profesional que no tuviera claro qué hacer para ofrecer seguridad a sus pacientes; por desgracia, también sabemos que no siempre es así.

El significado que los pacientes atribuyen a “trato digno” no se refiere solo a sentirse respetados por ser informados, por preservar su privacidad, o por cumplir con puntualidad, sino más bien a elementos subjetivos importantes que requieren de un mayor nivel de profundización y que muchas veces quedan fuera del ritmo frenético con el que se mueven los profesionales de la salud.

Cuando alguien enferma de algo grave, tiene que lidiar con el dolor, la angustia y la incertidumbre ante lo desconocido y se convierte en una persona de extrema y visible vulnerabilidad. Sabemos que la enfermedad nos altera por fuera (lo físico) y por dentro, me refiero a temores, expectativas, miedos y esperanzas. Esta parte invisible, es de la que nunca un profesional de la salud se debe olvidar, porque en una persona hospitalizada afloran sentimientos que nunca antes habían aparecido con tanta intensidad, como la dependencia y la impotencia. Así mismo, la familia sufre transformaciones a nivel emocional, volviéndose también vulnerable y frágil.

Todos los profesionales de la salud somos conocedores de estos cambios, del sufrimiento y de la frustración que viven las personas ingresadas y sus familiares. Además, sabemos que este dolor emocional, tan relacionado con la Salud Mental, es una experiencia particular e inevitable. Por eso, es vital que los equipos de trabajo (médicos, administrativos, auxiliares, celadores, enfermeros, etc.) en los hospitales, ambulatorios, clínicas y demás centros de salud, estén entrenados y preparados para atender a estos sentimientos y experiencias que viven estas personas.

Desde mi punto de vista, para brindar una atención de calidad, siempre deberíamos tener en cuenta:

  • Que informar es un deber y que se puede hacer de muchas maneras. Un mismo contenido se puede expresar de muchas formas y debemos elegir la más adecuada para la persona que tenemos delante. El lenguaje es una herramienta delicada que hay que cuidar con exceso. En este sentido, es importante conocer los diferentes estilos relacionales, por ejemplo conociendo herramientas como el modelo Bridge.

 

  • Que el profesional de la salud tiene que saber hasta dónde quieren saber sus pacientes, nunca se debería ofrecer más información de la que se solicita. Los familiares también tienen sus derechos y a veces quieren saber más que la persona enferma, por eso, si lo requiriesen, deberían siempre poder ser informados de manera exclusiva.

 

  • Que hay que respetar la intimidad del paciente y en momentos delicados evitar en las habitaciones, residentes que en ese momento no van a aportar y pueden generar confusión y malestar en la persona que sufre abrumada por el miedo y la incertidumbre de su enfermedad. Ojos que miran con pena y sin palabras, son absolutamente evitables.

 

  • Que como profesionales hay que ser muy conscientes de que se puede ayudar mucho, pero también dañar y que, con solo asomarse a la habitación de un enfermo con una dolencia grave, las miradas, los gestos, el tono, los silencios, y hasta los pestañeos, son escrutados con detalle desde la cama del enfermo o desde su lateral, donde están los familiares. Todo es lenguaje y, como tal, comunica.

 

  • Que se comprendan las emociones, y que la empatía se palpe para que esas batas blancas sean cercanas, humanas y profesionales. Y que si estas son habilidades de las que no se dispone, que haya la suficiente humildad y honestidad emocional como para trabajarlas, al igual que las técnicas; porque también ayudan a salvar vidas.

 

  • Que no se trata de engañar, y sí de alentar, porque el aliento no es opuesto a la sinceridad. El paciente tiene que sentir que los profesionales están con él, que le necesitan motivado. Evidentemente, para esto, es necesario que el profesional sea consciente de que va a ser agente de transmisión de esta motivación.

 

  • Que la parte administrativa que informa de horarios, cambios y recogida de datos, se integre de lleno en el equipo. La manera de desarrollar esta labor, puede aportar, facilitar y hacer sentirse muy comprendidos a los pacientes y sus familiares. Hablar a las personas por su nombre, en voz baja cuando se trata de aspectos personales, con cariño y comprensión, etc., son alguna muestra innegable de profesionalidad y carisma en el campo de la salud. La experiencia, y también la investigación, corroboran la idea de que gente así nunca se olvida, esté en el equipo que esté.

 

En los días de hoy en los que los sanitarios hacen un esfuerzo inmenso por ofrecer calidad en sus servicios, es imprescindible que no se reste valor a la ACTITUD, que es lo que va a ayudar a los pacientes a sobrellevar mejor sus dudas, temores y hasta dolencias. Y que ahora que se habla tanto de Salud Mental   hagamos una reflexión sobre dónde empieza ésta.