En la actualidad, se estima que una gran parte de la población es meteosensible (es decir, vulnerable a los cambios bruscos de temperatura, humedad y presión atmosférica). En concreto, los estudios han demostrado que principalmente hay 4 factores climáticos que afectan a nuestro estado de ánimo y conductas: la temperatura, la luz solar, el viento y las precipitaciones.

Temperatura: A menudo se ha asociado el frío a la depresión; por lo que cabría esperar que, cuanto más cálida fueran la temperatura, mejor nos encontraríamos anímicamente. Sin embargo, diversos estudios han demostrado que, aunque el incremento moderado de las temperaturas puede ser estimulante, a medida que el calor aumenta también lo hacen la violencia interpersonal y los conflictos grupales, llegando a su máximo en las olas de calor.

Luz solar: La exposición a la luz aumenta los niveles de serotonina, que reduce los síntomas de la depresión. En las épocas con menos horas de luz aumenta la calma, pero también la melancolía y la tristeza.  Michael Turman, psiquiatra estadounidense, descubrió que, en las estaciones del año más “oscuras” había una tendencia a ganar peso (47%), a dormir más (31%), y a perder interés en las actividades sociales (31%).  Por contrario, el percibir la luz natural hace que produzcamos vitamina D, que se asocia, en general, a un estado de ánimo más positivo, mayor creatividad y actividad. Esto es un hecho importante a tener en cuenta, ya que, por nuestro estilo de vida, tendemos a recortar el tiempo que pasamos al aire libre.

Viento: Desde 1975, la OMS reconoce que las corrientes de viento que contienen una carga excesiva de Iones positivos perturban el estado de ánimo de las personas. En Suiza, Stampli y Regli (1947) y Lotmar y Haffelin (1955) estudiaron cómo disminuía la resistencia de las membranas al darse el fenómeno Foehn, una corriente de aire cálido y seco que eleva la temperatura ambiental más de 10 grados en pocas horas. El Fohen se asocia a irritabilidad, nerviosismo, disminución de la atención y agresividad (entre otras consecuencias), hasta el punto de que su efecto se considera atenuante por la legislación penal, para algunos delitos. Se ha demostrado científicamente que las corrientes de aire de este tipo (Santa Ana, Siroco, Bitter Winds, etc…) se asocian con un aumento de determinados crímenes, como agresiones violentas y suicidios.

Precipitaciones: Algunos psicólogos afirman que la lluvia está asociada a un bajo estado de ánimo, que puede empeorar si la temporada lluviosa se alarga.  En un estudio publicado en 1984 en Gran Bretaña, se encontró que, cuando los niveles de humedad eran más elevados, los sujetos se mostraban más somnolientos y se concentraban peor.  Mary Connolly (2013) investigó la satisfacción vital asociada al clima en un grupo de mujeres, y descubrió que las mismas mujeres referían un mayor nivel de satisfacción en días fríos y sin lluvia que en los días cálidos y lluviosos.

Solemos pensar en nosotros mismos como seres “independientes” de los factores climáticos; sin embargo, en mayor o menor medida, el clima nos afecta, y es por tanto un elemento que debemos tener en cuenta.