Cuando terminan las vacaciones de verano es bastante habitual que sintamos estrés al volver a adaptarnos a la vida laboral. El nivel de ansiedad varía dependiendo de cada persona y es una respuesta natural de nuestro cuerpo y de nuestra mente, que se resisten a volver a madrugar, a soportar las presiones y responsabilidades propias de nuestro puesto.

Si normalmente ya es difícil romper con las rutinas, en este caso suele serlo aún más, ya que estamos dejando un estilo de vida con el que, por regla general, nos sentimos muy cómodos. Pero todo cambio de hábitos es posible. Por eso, para que esta etapa en la que retomamos los antiguos hábitos sea lo más llevadera posible te animamos a seguir estas pautas:

  • Vuelve a tu domicilio habitual unos días antes de empezar a trabajar, nunca la víspera. De este modo, contarás con un tiempo de transición entre el entorno vacacional y el laboral.
  • Si es posible, evita que tu primer día de trabajo sea un lunes. De esta manera, la primera semana será más corta, con lo que la inmersión en la rutina será más gradual.
  • Trata de considerar esta vuelta al trabajo como un reto: una posibilidad de mejorar con respecto al año anterior. El fin del verano, al igual que Nochevieja, es un momento idóneo para marcarnos objetivos, ya que supone el comienzo de una nueva etapa.
  • Ten en mente los aspectos agradables asociados a la reincorporación tras las vacaciones: el encuentro con los compañeros, la vuelta al entorno habitual y conocido, etc…
  • Tómate tu tiempo para ponerte al día. Suele ser materialmente imposible terminar todo el trabajo acumulado en el primer día, y por eso es preferible ponerse un plazo más realista. Una buena organización y marcarse objetivos semanales suele ser de gran ayuda.
  • Realiza actividades gratificantes de manera periódica durante todo el año, y no sólo en vacaciones.
  • Si te resulta posible fraccionar tus vacaciones, reserva al menos una semana para disfrutarla en otra época del año. Los descansos más distribuidos son muy beneficiosos: al ser vacaciones más cortas nos costará menos recuperar la rutina, y por otro lado no tendremos que esperar un año entero para volver a disfrutarlas.

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– Ansiedad